sábado, 8 de febrero de 2014

Adiós, y hasta siempre




Hoy te he visto. Y tú a mí. Has mirado casi inmediatamente a otro lugar, y yo he tenido que responder de la misma forma.
¿Qué has sentido al volver a verme? Supongo que nada. O nada bueno. A mí me ha dado un vuelco el estómago, y me he puesto muy triste, más de lo que ya lo estaba. Hubiera deseado en ese momento ir corriendo hacia ti y darte un abrazo. Que estupidez. Como si alguna vez fuera a volver a darte un abrazo.
He visto tus ojos mirando los míos, aunque solo haya sido un segundo. Me han parecido que eran más fríos de lo que recordaba, aunque supongo que es normal. Luego te he visto otra vez, sin tu verme a mí. Esta vez sí eran como yo recordaba: sonreías con la boca, pero también con los ojos. Ya ni recuerdo la última vez que te vi así. 

Y esta habrá sido la última vez que la vea. No voy a volver a ningún sitio en que pueda verte, así que salvo que seas tú quien mueva alguna ficha, no volveremos a vernos nunca más.
Tan solo espero que esa sonrisa que he visto sea la señal de que estás mejor, de que las cosas te van bien.

Sé que tú eres más fuerte que yo, así que sé que a ti hoy no se te habrá caído el mundo encima como a mí. Parece que hubiera sido ayer cuando me dejaste, y no hace meses.
Pero supongo que para mí siempre será como si hubiera sido ayer. Porque sé que ni te lo crees ni es algo que ya te importe, pero yo siempre cumplo lo que prometo. Me llevará más o menos tiempo, pero lo cumplo. Y sé que la mayor estupidez que puede existir es querer a alguien que ya no solo no le importas, sino que además seguramente te odie.

Pero quien me conozca, sabe que soy esa clase de estúpido que es capaz de cumplir una promesa que te hice una vez, mirándote a los ojos, aunque le amargue y le arruine el día a día. La promesa de que pasara lo que pasara, nunca dejaría de quererte.


A veces las nubes se van, pero el sol ya no regresa

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