Y miro en el metro, y todo me recuerda a ti:
Y un hombre que lleva unos pantalones azul marino, pero que para ti y para mi no es azul marino, es un azul que solo nosotros sabíamos. Pero ya no es nuestro azul. Es tuyo y mio, pero no nuestro.
Y una chica que se come una hamburguesa, y me recuerda al día en que los dos casi morimos de kebab. Y entonces no puedo evitar una leve sonrisa, que pasados dos segundos se convierte en lágrimas en mis mejillas.
Y hay llega otra chica con un pequeño chupetón en el cuello, mal disimulado por un pañuelo. Y entonces recuerdo el día que nos conocimos, ese mágico día del retiro. Y sale otra pequeña sonrisa, y está vez se convierte en un grito ahogado de dolor y pena.
Y después de eso me vengo abajo y recuerdo cada detalle de los que han sido los mejores dos años de mi vida, y no puedo aguantar y rompo definitivamente a llorar.
Y la gente me mira extrañada, y se aleja, y murmura.
Y me da igual, porque es lo único que puedo hacer. Llorar hasta llegar a casa. Llorar hasta acostarme. Llorar hasta dormirme.
Y levantarme para ver que ante mi se presenta otro día horrible.
Una vida llena de ilusión que ya se fue,
unos besos que vivieron el ayer,
la nostalgia de un tranquilo y triste atardecer,
una horas que nunca creí perder...
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